Los niños, Marco y Pablo, se encontraban de nuevo en la playa de su pequeña aldea, mirando al cielo donde Donatella, la tortuga voladora, se había despedido momentos atrás. Sus lágrimas reflejaban su tristeza por el final de la emocionante aventura que habían vivido juntos.
Donatella, la tortuga voladora mágica, comprendía la preocupación de Marco y Pablo. Sabía lo especial que era su amistad y cuánto significaba para los hermanos. Con paciencia, se inclinó hacia ellos y comenzó a hablar en voz baja y serena.
"Queridos amigos", dijo Donatella, "entiendo que la incertidumbre pueda ser abrumadora. Pero debéis saber que el tiempo en nuestro mundo es diferente al de la Tierra. Lo que para vosotros puede parecer mucho tiempo, en realidad, puede ser solo un instante en mi mundo mágico".
Los hermanos miraron a Donatella, con la esperanza de entender mejor lo que les estaba explicando.
"Cuando llegue el momento adecuado para nuestro reencuentro", continuó Donatella, "sentiréis un llamado en vuestros corazones.
Mientras las estrellas brillaban en el cielo nocturno, Marco y Pablo sintieron que el universo mismo les hablaba a través de las palabras de Donatella. Sabían que su amiga regresaría, y hasta entonces, estarían listos para recibir su próxima aventura cósmica con los brazos abiertos.
Con la promesa de Donatella en sus corazones y la esperanza de un reencuentro futuro, los niños se sintieron reconfortados y consolados. Miraron al cielo estrellado con gratitud y una sonrisa en los labios, sabiendo que, aunque la aventura había llegado a su fin, el vínculo especial que compartían con su amiga tortuga voladora perduraría a través del tiempo y el espacio.